Aún es pronto para dimensionar lo de ayer en Sevilla y aún más, es muy pronto para sacar conclusiones de lo vivido ayer. La tarde, una más de toros para la poca asistencia a los tendidos del principal coso andaluz, se convirtió en una de las más importantes, que más allá de los toreros, encumbró a un ganadero, que con pasión y compromiso, llevó un encierro de 6 toros con movilidad y transmisión.
Hay que resaltar que la tarde fue opacada por otro punto negro, que además de la baja asistencia, la falta de sensibilidad del presidente de esa tarde, a quien se le ha reconocido su acertado oficio, carecían de todo criterio, no solo para no dar las vueltas al ruedo, merecidas y ganadas, sino también por la demora y aparente desentendimiento con el que refería lo que pasaba en el ruedo, temas que la misma afición denota como imperdonable en una plaza como esta y en la feria de abril, una de las más importantes del calendario.
Ahora bien, en cuanto a los toreros, José Garrido, David de Miranda y Leo Valadéz, se puede decir, que en general, fue una asignatura aprobada, resaltando eso si grandes cosas. José Garrido sigue mostrando poso, madurez, sencillez al torear y gusto, cortó una oreja de peso al primero de la tarde y dejó grandes momentos con la muleta en ambos toros. Este es un torero que no ha tenido muchas oportunidades de estar en las principales ferias, pero goza de un buen andar, que necesita de toros como los de esta tarde para brillar y dar el golpe en la tierra frente a una afición y un escalafón que se decanta por los mismos.
Lo de David de Miranda, por su parte, raya, según algunos aficionados, en los sublimes, la quietud, la lentitud para torear, la candencia de sus movimientos, la tranquilidad, fueron algunas de las virtudes que se hicieron manifiestas en una tarde importante para su carrera. Este ha sido un torero de chispazos, una vez lo hizo en Madrid, en donde encantó con su torero y ahora el turno le correspondió a Sevilla, en donde su trayectoria se hizo manifiesta y ahora está en los ojos de muchos empresarios.
En su primer toro, aunque mostró mando y temple a la hora de hacerse a las embestidas del ejemplar, logro recoger los mejores instantes gracias a que el toro rompió en bravura en el terció de muleta, pero habría que esperar hasta el quinto para ver el monumento a la bravura de Santiago Domecq, un ejemplar de libro que desde la salida mostraba su calidad y que en manos de este torero, ya con cara de señor y conocimiento adquirido, explotó en alegría a los asistentes de la tarde. Cada muletazo, cada lance, cada embroqué, levantaban a la gente de sus asientos.
Resulta a veces imposible describir lo que el corazón siente en una buena faena, pero la belleza está manifiesta en la amalgama de toro y torero. Esta fue, sin duda, una faena de quilates, de mucho peso y de mucho mando, en la que el torero se compaginó con el toro y se vio el duende del torero, ese que pocas veces se hace notar.
De Miranda, salió a hombros de la plaza, aunque le faltó una oreja, para abrir esa tan afamada puerta del príncipe.
Leo Valadéz si no contó con tanta suerte, un torero que se ha hecho pulso en tierras extrajeras y que viene año a año desde México a hacerse un lugar en el escalafón europeo, no contó con tanta suerte. Si bien sus ejemplares tuvieron movilidad, la tarde se puso nublada para el americano, que al principio le costó compaginarse con sus ejemplares y que por demás, se llevó una aparatosa boletera, que lo descolocó y enfrió los ánimos del respetable. No le quita mérito el compromiso y el deseo con el que asumió este compromiso en el coso maestrante.
Ficha del festejo:
José Garrido, de palo rosa y oro: estocada (oreja); pinchazo, estocada baja trasera y estocada caída (silencio tras aviso).
David de Miranda, de corinto y oro: estocada desprendida y descabello (ovación tras aviso); pinchazo y estocada (dos orejas tras aviso).
Leo Valadéz, de celeste y oro: estocada chalequera y tres descabellos (silencio); pinchazo hondo y descabello (silencio).
Redacción de El Minotauro Radio - Daniel Upegui